domingo, 14 de junio de 2020

Mi padre es mi jefe


Llevo tres años trabajando en la empresa de mi padre y les quiero contar MI EXPERIENCIA (lo destaqué por este relato está basado en mis vivencias, en el papá-jefe que me toco. Lo recalco porque no todas las relaciones son iguale, hay mejores, iguales o peores). 


Nunca tuve claro que carrera escoger. De hecho era divertido porque me gustaban carreras tan opuestas entre sí; pasé desde Medicina, Derecho, Psicología hasta querer entrar a la PDI. Pero no por lo que se ve en Chile, sino por lo que muestran las series gringas tipo FBI. Traté en lo posible y me esforcé para lograr entrar a una universidad estatal.



Increíblemente días antes de postular, tuve una conversación con mi psicóloga de ese entonces, sobre mi futuro al salir de cuarto medio. Recuerdo perfectamente que a días de postular, ninguna de las opciones me mataba el punto, pero sabía que tarde o temprano debía tomar una decisión.
Cuando tuve que realizar la postulación, mi primera opción fue Derecho en la U. de Chile (claramente no me alcanzaba el puntaje, pero por si las moscas). La segunda carrera que postulé fue Ingeniería xxxxx, es una mezcla entre comercial y agronomía. No había escuchado antes, pero me imaginaba que era algo así como ser un comercializar los productos agrícolas y pecuarios, y era lo que más se acercaba a lo que me gustaría dedicarme en la vida. 
Quedé en la segunda opción de mis postulaciones, y en el lugar número ocho (igual me sentía winner)… sobretodo porque era una universidad de full prestigio, donde estudian personas que viven desde La Dehesa hasta Puente Alto, y era justamente lo que yo quería, una universidad Estatal (los detalles de la estadía en los cinco años de carrera serán parte de otro relato).



Desde que comencé a estudiar, mi padre siempre quiso y se metió en la cabeza que al titularme, regresaría a trabajar con él, y me haría cargo del tema Agrícola de una de las Sociedades.
Lamentablemente las expectativas que él se hizo, yo ni siquiera las tenía en mente. Volver a la Ciudad en la que viví 17 años, definitivamente no estaba en mis planes.
Cuando me titulé, comencé ese mismo miércoles 8 de Agosto del 2013 a buscar trabajo. Navegué por cuanta página de empleos existía, hasta que después de seis largos meses buscando trabajo, me contactan de una prestigiosa auditora reconocida a nivel mundial. Después de pasar por entrevista con un gerente del área, entrevista psicológica y exámenes médicos, finalmente quedé!! estaba demasiado feliz...



Estuve tres años en esa empresa, luego me fui al extranjero por un año a cumplir uno de mis sueños, y al regresar (sin ningún peso en el bolsillo), necesitaba generar recursos para sobrevivir, y lo más inmediato que tenía era trabajar con mi papá (supuestamente mientras encontraba otro trabajo en Santiago). 
Y aquí estoy, a punto de cumplir tres años trabajando con mi padre en su empresa, algo que siempre vi muy lejano y porque nunca quise ser la hija de… creo que es bastante looser el pensamiento.



Cuando comienzas a trabajar para la empresa de tu padre en ocasiones, pasas de ser tú, es decir en mi caso Martina (nombre ficticio) a ser “la hija del jefe“. Es complicado a veces quitarte esa etiqueta, ya que parece que estás ahí justamente por ser la hija del dueño. Algunas veces te sientes frustrada, porque parece que por mucho que hagas, nunca se va a reconocer tu esfuerzo o qué importa que la “embarres”, total tu papá nunca te va a despedir.



En mi experiencia estoy de acuerdo en que trabajar con familia tiene beneficios personales y profesionales, de hecho el trabajo lo tenía asegurado desde antes de salir de la universidad, fui yo la que decidió no tomarlo, y no me arrepiento en lo absoluto, es más, creo que es enriquecedor trabajar en otra empresa antes que en la de la familia.

Aún recuerdo ese 1° de Agosto de 2017, me decía a mí misma “vamos, si es sólo un mes, que tan terrible puede ser”. En un comienzo el trabajo era sólo por un mes, la idea era ser apoyo en el mes de aniversario de la empresa, mes que por cierto es bien entrete. Las tareas me las asignaba yo misma. Comencé creando un fanpage de la empresa, al principio no prendió mucho, pero después con ciertas estrategias, logramos captar a un gran grupo de potenciales clientes.
Paralelamente, continuaba en mi búsqueda de trabajo. Postulaba y postulaba y no recibía ni siquiera un llamado citándome a una entrevista, y como mis deudas seguían estando a raíz de mi estancia en otro país, no me quedó de otra que seguir en la empresa. Me acordé tanto de mi abuela que decía “no escupas al cielo porque en la cara te ha de caer”. Y así no más fue, estoy trabajando en el lugar que menos hubiese pensado la vida. 
Mantuve pensamientos y actitud negativa por muchos meses, tal vez años, hasta que me dí cuenta que la mayor partes del tiempo lo paso en la oficina, y que si no mejoraba ese aspecto en mi vida, difícilmente podía estar feliz en otros ámbitos. Así que no sé como, pero estoy aprovechando las circunstancias que se han presentado en mi camino, la ausencia de personal que genera una mayor cantidad de trabajo, y con todo eso, me faltan horas del día para terminar los pendientes, lo cual es muy gratificante, porque sentarte a calentar un asiento, ay Dios que horror!!. 
Además, debo agradecer por tener empleo, tal vez no donde quisiera, pero que más da, lo importante es tenerlo, porque no sólo es para sobrevivir económicamente, sino que también mentalmente. 



Al principio me causaba gracia como todas las anotaciones las realizaban en cuadernos, las sumas, multiplicaciones con una calculadora y luego traspasaban los datos a un Excel (siendo que la tarde que gastaban en desempeñar una función, la hubiesen hecho en menos de media hora si tan sólo supieran lo básico de esta herramienta). Ver la pantalla del computador con papelitos de colores pegados alrededor en vez de usar el “sticky notes o notas rápidas”. Los uniformes que utilizan las trabajadoras eran estilo “secretaria de los años 90”, me causaban un poco de gracia. Para que decir a la hora de redactar una carta… eso ya requería días por lo menos jajaja. No es por ser mala, ni mirar en menos, pero el nivel de exigencia y presión son bajísimos en comparación con mi anterior trabajo.      

En lo que constantemente chocamos con mi padre-jefe, es en la visión del capital humano. Trabajé tres años en una organización E NOR ME, ahí obtuve una visión más completa de las relaciones profesionales. En esa empresa me tocó trabajar del otro lado de la moneda, como una trabajadora más dentro de los miles colaboradores.
Me acostumbré a tener jefes estilo líderes que lograban involucrar al colaborador (como nos llamaban), que nos desafiaban, nos felicitaban, pero sobretodo nos llaman la atención a puerta cerrada, JAMÁS delante de otras personas. En particular mi jefe, era un tipo de unos 32 años (yo tenía 25 años en ese entonces), tenía una pinta de cabro chico, pero abría la boca y todos quedábamos perplejos, definitivamente es un hombre brillante (y yo tan enamorada que estuve de mi jefecito). Era tan trabajólico que le apodamos "el robot", nunca se cansaba, vivía en la oficina, de hecho ahora es socio de la compañía. 

Por el contrario, donde mi padre existe el estilo “Patrón de fundo”, donde el respeto se gana a través del miedo, y es un constante hostigamiento. Los retos son en públicos y el acto de “wevonar”, se escucha para arriba y para abajo sin siquiera percatarse de quien se encuentra en las cercanías. Pero también tiene sus virtudes, conoce la realidad de las personas y eso hace que SIEMPRE paga los sueldos el día que corresponde, y si la persona encargada llegara a demorarse, uffff ardería troya. Es muy perfeccionista, lo que te obliga a serlo también.   



Pero hablar de ¿Modernizar el negocio?... IM PO SI BLE! Mientras siga él al pie del cañón, la empresa cada día se envejecerá y dejará de ser la empresa atractiva y exitosa que algún día fue. Las personas Narcicistas como mi padre, difícilmente pueden aceptar críticas, sugerencias, o pensar en que alguien pueda hacer las cosas igual o mejor que él. De hecho siempre recuerdo un día en la hora de almuerzo, en el que le comenté a mi padre por la posibilidad de cambiar el horario, y su respuesta fue la siguiente “¿A quién le voy hacer caso, a una pendeja o a alguien que lleva 30 y tantos años en la empresa?... con un tono despectivo a morir. Creo que desde ese momento, han sido muy poca las sugerencias que he dado, creo que nadie quiere que lo traten mal gratuitamente, ¿o si?.



Algo que recuerdo muy bien era cuando chicos y teníamos que trabajar para la navidad, año nuevo y 18 de Septiembre, en lo que se necesitara ahí estábamos, más bien, debíamos de estar, obviamente quien diría que no si ganábamos una platita extra para las vacaciones.

Inevitablemente tendemos a confundir los roles de hija y trabajadora. Todos vivimos en casa diferentes, pero la rutina diaria es almorzar en la casa de mi padre. Las conversaciones no son como el de una casa común, gran parte del tiempo escuchas “hijo ¿mandaste el cheque al proveedor X?”. “Martina (nombre ficticio) no te olvides que mañana hay camión del proveedor Y”. “Papá me escribió la señora Robles rojas que es del Palqui que tenemos pegada del año pasado, dijo que el viernes bajará y pagará las cuotas que le quedan del crédito”… Pero también tenemos almuerzos en silencios, conversaciones de políticas, y por supuesto almuerzos en que reímos y bromeamos.



Indudablemente no todo es tan malo, en algunas oportunidades sirve mucho ser la hija del jefe, ya que además de tener una estabilidad laboral, puedes salir dentro del horario de trabajo por trámites, retirarte antes de tiempo, pedir permiso sin que sea descontado a fin de mes, cooffee break, llegar más tarde, mayor cantidad de días de vacaciones que el resto, o unas “vacaciones sin goce de sueldo”, que es justamente lo que solicité yo hace poco más de un año para cumplir el sueño de conocer los cinco continentes. No sé si se me escapa alguna ventaja u oportunidades, pero no puedo negar que son bastantes y muy útiles para mi.

Con los años vas aprendiendo que lo que realmente importa es lo que tú pienses de ti mismo y que el mejor reconocimiento que puedes tener es sentirte orgulloso de tu trabajo, y saber que realmente te has ganado tu puesto. Quedarse siempre con el pensamiento "Hice todo y más de lo que podía"...



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