Poco
a poco descubrimos lo mucho que nos gustaba el sexo, como podíamos
provocarnos y como hacer realidad nuestras eróticas y fantasiosas
conversaciones; conversaciones en las que las palabras “placer”, “fantasía”,
“sexo” y “excitar” las escribíamos cada día con más frecuencia.
Dios como me encanta este hombre!!. Te deseo. Te he deseado desde aquél 23 de enero y sé que tú también me deseas. Me gusta cuando me haces el amor y me miras con ternura y deseo. Me excita hacerte el amor y ver como te embriagas de placer. Me gusta ver el deseo dibujado en tu mirada.
Ese
día de frío y abundantes nubes, te esperé con ansias en un centro comercial…
llegaste en tu auto, te veías tan irresistible, tan caballero, tan sexy, tan tú…
usabas un perfume que despertó inmediatamente mi imaginación, y el que quedó
impregnado en mi cuerpo. Te veías tan sexy con tu barba y bigote teñidos de
blanco. Tu mirada seductora me provocaba y sólo pensada en tenerte entre mis
brazos. Nos saludamos…
-“Buenas tardes Sr. C. ¿Cómo está?” le
pregunté
-“Muy bien Srta. K. ¿y usted?” me contestó
-“Ahora que lo veo muchísimo mejor… lo
extrañaba” le contesté con tono insinuador.
Mientras
conduce me sonríe de forma sensual
-“Sr. C. usted está igual de exquisito que
hace 3 años” le confieso
El
deseo me invade profundamente y todos mis músculos se contraen deliciosamente.
Mis ojos buscan su miembro y mis manos las suyas.
....
Y así continuamos la charla por la autopista hacia un lugar desconocido… en ese
momento iba recordando como entraste en mi cabeza, en mi corazón y en mi
piel...
Luego
de recorrer unos cuantos kilómetros, llegamos a un edificio que no tenía cartel
-pensé que era el departamento de un amigo- pero en ese momento se abre un
portón automático y me dice que estábamos entrando a un motel. Nos estacionamos,
nos dirigimos a una especie de lobby, nos preguntaron qué tomaríamos y nos
entregaron una llave. Tomamos el ascensor hasta el piso 3. Caminamos a través
de un pasillo hacia una pequeña y simple habitación. Tenía espejos a lo largo y
ancho de dos paredes, una ducha con mamparas de vidrio –inmediatamente te
imaginé tomando una ducha- una pequeña mesa con dos sillas, una cama queen size
de aspecto confortable con unas sábanas blancas que nos llamaban a gritos.
Entré
al baño, escuché que tocaban la puerta y sólo dijeron “traigo las bebidas de
cortesía”.
Me
incorporo en la habitación y mi sexy Sr. C. había comenzado a desvestirse… se
quitó el sweater por encima de su cabeza. Se deshizo de sus jeans dejándolos
caer al piso. Quedó sólo un sexy calzoncillo evidenciando su erección.
Sentí
un deseo… un deseo caliente e intenso y de inmediato me uní a su hermoso cuerpo
caliente. Nos abrazamos. Nuestras lenguas se encontraron y nuestros cuerpos se
fundieron. Sólo sentía el roce de sus labios, su boca, su lengua y el calor de
su piel. Nuestra respiración se aceleró, mi piel se enrojeció, mi corazón se disparó, la sangre me bombeó por todo el cuerpo, mis piernas temblaban. Se
quitó el calzoncillo y sentí lo excitado y duro que estaba.
Mientras
me desnudaba, no paraba de besarme. Sacó mi sweater y hábilmente desabrochó el sostén
dejándolo caer. Sus manos avanzaron hasta mis pechos, mis pezones se
endurecieron con cada roce de sus dedos, con cada beso, con cada gemido
entrecortado, sentí un escalofríos de placer… alcanzó la pretina de mis jeans
abriendo el botón, bajó el cierre, juntos nos deshicimos del pantalón y la
ropa interior que se deslizó por mis piernas.
Me
arrodillé a sus pies, coloqué mis labios alrededor de su maravilloso miembro y
chupé de forma decidida, deslizando la lengua desde la base hacia la punta.
Introduje la boca hasta el fondo y gimió susurrando –que rico-. Y así continué
por varios minutos, más bien muchos, haciendo lo que más placer le produce a mi
Sr. C. Me encantaba contemplar su cara de placer mientras lo hacía, eso me hace
sentir una Diosa. Creo que no exagero en expresar mi amor por su miembro… por
su maravilloso miembro.
Nos
recostamos en la cama, sus manos acariciaron mi rostro, siguieron avanzando por
mi estómago hacia mis muslos hasta topar con mis piernas, se dedicó durante un
largo y delicioso tiempo a tocarme el sexo.
Extendió
el brazo hasta el velador, cogió un paquetito plateado, lo abrió y deslizó un
condón por su largo miembro.
Separó
mis piernas, se inclinó, apoyó las manos a ambos lados de mi cabeza y me
penetró suavemente mientras yo cerraba los ojos y disfrutaba del exquisito
placer que me entregaba mi querido Sr. C.
-“Que rico” murmuré
-“Mucho” me responde
No
podía creer que después de 3 años estoy haciendo el amor con mi querido Sr. C… él
hombre que me vuelve loca, que despierta mis deseos y fantasías, el hombre
perfecto… mi cómplice. Entre estos pensamientos susurro la frase -Me gusta
mucho hacerlo contigo-, él me contesta –a mí también-.
Se
recostó sobre la cama y yo me puse sobre él, lentamente comencé a moverme y a
sentir su miembro en mi interior. Aceleré mis movimientos mientras miraba la
escena en los espejos, eso me excitaba aún más.
Cambiamos
de posición en reiteradas ocasiones. Disfrutamos de nuestros cuerpos.
Explotamos de placer y nuestros cuerpos cayeron exhaustos sobre la cama. Me
abrazó con ternura y me repitió que nuestra sesión había estado deliciosa.
Nos quedamos así unos minutos.
Momentos
más tarde, Mi querido Sr. C se levantó y se metió en la ducha, por poco y
resbala. Mientras se duchaba yo lo contemplaba… contemplaba su exquisito
cuerpo… mi vista de inmediato se dirigió a sus glúteos perfectos y a
sus hoyuelos que decoran la parte baja de su espalda justo encima de los
glúteos... sentí nuevamente ganas de perderme en cada rincón de su cuerpo pero
el tiempo no era nuestro aliado.
Ya
era la hora de irnos, cogí mi ropa y nos largamos de aquél lugar. Me llevó a
casa. Nos despedimos con un dulce beso, el mismo beso que me hace caer rendida
a tus pies.
Sr.
C. sé que ahora estás leyendo este relato y que de seguro estás igual de
ardiente que yo. No lo dudes, mándame un mensaje y nos encontramos las veces
que tengas ganas…