Recuerdo aquel miércoles 5 de Febrero,
a eso de las 14:15 hrs, mi psiquiatra Susana, me llama a la consulta para el control mensual. Sentía que proyectaba un desinterés por la vida mayor que en otras sesiones.
Comencé a contarle lo que me estaba
pasando, lo que sentía, y en cuestión de segundos, sentí una angustia tremenda, me quebré y le dije: “Susana, si me dieras un frasco con
pastillas y me aseguras que me moriré, yo me las tomo, te juro que lo hago... estoy cansada, no quiero más, no quiero una nueva lucha después de tantas
perdidas”. En ese momento, interrumpió lo que estaba haciendo para decirme que
de manera urgente debíamos agregar un antidepresivo, pero que debía quedarme en Santiago unos 14 días en compañía de alguien por precaución o internarme en una clínica.
La opción de empezar con el
remedio estando en Ovalle no era tan simple por un tema distancia, en caso de una descompensación. Ella me sugirió la hospitalización en una clínica
psiquiátrica y así estar vigilada las 24 horas. Reconozco que hace unos días
venía dándole vueltas a la idea de internarme en una clínica o estar en un
lugar de paz para reencontrarme conmigo misma, sentía que caí y caía al abismo. De hecho en el camino a Santiago
lo conversé con mi mamá (incluso revisé hasta precios) y le dije que sentía que no podía más, que era
intolerable levantarme en las mañanas, que me sentía sola, abandonada, y que todo me parecía un esfuerzo tremendo. Lo
pensé un par de minutos y decidí tomar la recomendación de Susana. Me completó
los formularios que debía presentar en la isapre para ingresar como paciente Ges
y así cancelar sólo un copago de $366.000 (incluye la estadía, las comidas y las consultas psiquiátricas).
Sentí muchas emociones, fue muy
extraño, creo que como dice la frase “del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Al
salir de la isapre con las indicaciones
pertinentes, llaman a mi mamá por teléfono de la clínica Macul para comunicarle que debíamos presentarnos el viernes 7 de Febrero a las 20hrs y entregarle las indicaciones sobre la cosas que podía y que no ingresar a la clínica. A eso de las 17 hrs partimos
rumbo a Ovalle.
Al principio no lo tomé tan en serio,
o mejor dicho no le tomé el peso al asunto. En el regreso a casa muchas veces
me arrepentí, pero intentaba auto-convencerme que era lo
correcto y que era la única solución que por el momento.
A la mañana siguiente (día jueves), fui y le conté la noticia a mis hermanos y a mi padre; según yo se
la tomaron bastante bien, sorprendidos por supuesto, pero al menos a mí no me
demostraron mayor preocupación.
Junté las cosas que me dijeron que tenía que
llevar, pasé las últimas horas con quienes amo y hacer lo que me parte el corazón…
despedirme de mi enanita (mi sobrina)… y porsupuesto, bailar la última vez la canción
Bella Ciao (música de la serie “La casa de papel”, que me trastornó por
completo y al parecer a ella la canción). No sabía cuanto tiempo sería, días, semanas, meses, nadie tenía la respuesta. Partí muy triste, pasar de
verla todos los días, a dejar de verla por un tiempo, fue lejos lo más doloroso
de este proceso.
El
camino a Santiago era interminable, a pesar de tener un miedo inmenso por
enfrentarme a lo desconocido. Las ganas de fumar se acrecentaban, el
sentimiento de arrepentimiento se hacía aún más fuerte. Al llegar a Santiago, pasamos al departamento para revisar unas cosas y partimos rumbo a la Clínica Macul…
En internet no se veía tan mal, pero al ver en la entrada un cartel que decía “Precaución
entrada y salida de ambulancia”, casi muero ahí mismo... me imaginé lo peor… ahí
si que en mi mente caminaban personas con camisas de fuerza blanca, quería llorar!!.
Entramos
al estacionamiento (después de habernos pasado porque el lugar parecía de todo,
menos clínica), me bajó la angustia... desde allí se alcanzaba a ver a un hombre sólo sentado en una banca leyendo. Se notaba un
lugar descuidado, una piscina descascarada sin agua, mucho cemento, poco pasto y lo poco estaba seco, un lugar un poco pequeño, con un dejo de abandono.
Mi mamá con mi hermano fueron a ver si
estábamos en el lugar correcto mientras yo entraba en pánico… mi respiración se
aceleró, prendía un cigarro con el que me estaba terminando de fumar y aproveché
de hacer las llamadas para despedirme; no sabía como iba a ser el tema de las
llamadas, así que preferí asegurarme. En esos instantes me entró un
arrepentimiento, pero ya no había nada que hacer, las cosas estaban hechas y
dichas.
Llegó el momento de ingresar a la clínica, nos hicieron esperar en una especia de "recepción", que parecía más bien una la sala de un hospital, nada que envidiarle
a las salas de espera del ex hospital de Ovalle.
Mientras esperábamos, llegó una ambulancia que traía a una niña muy pálida, delgadita, imposible determinar la edad. Lo que me causó cuidado era que venía amarrada, no me había tocado verlo de cerca. Ingresó directamente a la pieza , después supe que se llamaba “July”.
Nos llama la psiquiatra para comenzar con el ingreso; me hizo las típicas preguntas, ¿cómo te sientes?, ¿te trataste de suicidar?, ¿consumes drogas?, ¿qué medicamentos tomas?, ¿alguna enfermedad?, entre otras preguntas. Pero la pregunta más importante es porque terminé en la clínica, que fue lo que gatilló la crisis. Yo sabía la respuesta, o al menos las posibles causas: miedo, amor y salud.
Nos pidieron que regresáramos a la sala de
espera para continuar con el ingreso. Apareció una Teens- así se les llama a
las técnico en enfermería-, rellenamos y firmamos una cantidad de papeles y cancelé el copago (no fue necesario tener una cuidadora, porque yo no había intentado suicidarme, ya que por protocolo las primeras 72 horas, el paciente debe permanecer bajo la supervisión de un cuidador).
Hasta ahí todo bajo
control, pero cuando ya tuve que entrar a la enfermería y me pidieron una muestra
de orina para realizar el test de embarazo y de drogas (casi al final de la estadía me enteré para que era esa muestra), le
tomé el peso al asunto, y más aún después de ver un monitor que vigilaba todo el reciento, inclusive tenía visión nocturna. En un momento pasó un grupo de pacientes por la enfermería a fumarse el último
pucho y a los minutos, las cámaras mostraban a la mayoría durmiendo.
En la penúltima fase del ingreso, me hicieron revisión de equipaje. Entre las cosas prohibidas estaban lazos, cordones (tuve que sacarle el
lazo a la bata y los cordones a las zapatillas), aros con palito, collares, nada que tuviera vidrio como las cremas, entre otros. Los libros quedaban retenidos en
enfermería a la espera de que el terapeuta ocupacional revisara si el contenido era apropiado para el paciente. Tampoco se podía ingresar artículos religiosos, de
hecho no pude ingresar el pan diario (que sin saber que mi
mamá lo había puesto en la maleta para que me acompañara). Los medicamentos se les entregan a ellos (porque una vez que entras allí, quedas al
cuidado de ellos). Las pertenencias son registradas en tu carpeta y debes
firmar.
Ya casi eran
las 22:30 hrs cuando hicimos la etapa final, me llevaron una sala donde me tuve que poner una bata (sin ropa debajo) para revisarte si ingresas
con alguna herida, moretón, o algún ilícito, en caso de que algún paciente hiciera acusaciones de golpes, era un resguardo para ellos. Aproveché que estaba sin ropa y me puse el pijama. Lo más entera posible, me despedí de mi mamá y
mi hermano, sólo quería que sintieran que yo estaba tranquila, que
las cosas pasan por algo y que al día siguiente les llamaría para contarles como estaba.
Por
la hora, no hice un recorrido por la clínica (claramente si lo hubiese hecho,
no sé si me hubiese quedado). Me fumé un pucho antes de instalarme en la pieza, luego me fue a dejar la teens a mi pieza… de un tamaño adecuado, dos closet (claro que el
closet se caía a pedazos), la ubicación era hacia la calle así que la bulla era
infernal, pero te acostumbras ligerito; lo bueno es que no tenía compañera de
pieza. Cuando me acosté, sentí una mezcla
entre pena y rabia… sólo pensaba “como chucha no fui capaz de salir adelante
sola”, y así me autoflagelé hasta quedarme dormida.
Al día siguiente, a eso de las 7 am,
tocaron la puerta y escucho decir “signos vitales”, yo pensé ¿qué wea´ será eso?. Media dormida atiné a ponerme la bata y partir al living donde me esperaba una fila de
personas (aún desconocidas) las que iban entrando de a una a la enfermería a hacer algo que “no sé qué”. Cuando al fin llega mi turno, me tomaron la
presión, la temperatura (cada paciente tiene su termómetro que obviamente te lo
cobran al darte el alta), los niveles de saturación y oxigenación, tomar los fármacos en
ayuno (a quien corresponda) y al sobre nuevamente.
Los primeros días los signos vitales me aparecían un poco alterados, me imagino
que los puros nervios, porque ya la segunda semana se normalizaron. A las 8 am. Tocan la puerta nuevamente y escucho “a desayunar”, el primer
día no fui, me sentía como cansada, así que preferí quedarme durmiendo (al día
siguiente supe lo que era el desayuno: café, té, leche, un pan y dos
acompañamientos entre palta, mermelada, manjar, queso, jamón, aunque lo más
común era mantequilla con mermelada).
Me desperté perdida, me levanté sin
saber la hora (no puedes ingresar reloj), así
que estaba obligada a ir a ver la hora al comedor o a la sala de estar. Eran
casi las 10 am. Me fui a duchar al baño
que estaba al lado de la pieza, para mi desgracia, la ducha no tenía soporte,
así que había que tomarla con una mano y con la otra jabonarse…. Un webeo... y
peor aún, el agua me salió todo lo que es he-la-da, y a la muy gil se le ocurre
lavarse el pelo quedé con el cerebro con-ge-la-do.
Cerca de las 11 pm estaba lista, partí
a la enfermería para poder llamar (el horario era entre 10:30 hasta las 12:00 pm, y
sólo podías hacer dos llamadas o recibir dos llamadas . Además, dependía de lo que la
psiquiatra estipulara según la severidad del paciente). Cuando pido que me
marquen a mi madre, me dice que la doctora sólo dejó registrado visita pero no
llamadas… ay señor!!, le expliqué al enfermero que yo era de Ovalle, y que mi
familia iba viajando de vuelta, que era imposible que me vinieran a ver y que
necesitaba decirles que estaba bien. Fueron buena onda, me dejaron hacer la
llamada a mi mamá, yo la escuchaba con voz de preocupación (y eso que no
conoció la clínica jajjajajaaj).
Mientras esperaba mi llamada aparece una niña llamada Nicol empijama, con su papá y mamá (me imaginé). Ella tenía un comportamiento
muy extraño… se acercó demasiado y me
decía “no estoy loca” (lo repetía varias veces), jugaba con un chupete esos loly pop, saltaba,
ahí sí que me dio un poco de susto; fue lo primero que raro que me pasó en la clínica, que quedé un poco impactada. (bueno, antes mientras me senté en la sala de
estar, apareció un tipo (Gonzalo) de unos 30 años muy extraño, hablaba
incoherencias y un hombre lo seguía para todos lados; yo pensé que eran amigos,
pero no, era su cuidador).
Seguí esperando y mientras los hacía, escucho a una compañera con pinta de "pelo lais" que hablaba y hablaba por teléfono. Al parecer daba instrucciones para que el interlocutor le encontrara el remedio topiramato. Me daba tanta risa, pero sentí un alivio porque pensé (y no por ser mala) que había en ese lugar una chica parecida a mi, y que esperaba, pudieramos ser amigas en el encierro.
Después me fui a sentar a una banca para escribir lo que estaba viviendo y sintiendo, no sabía que hacer, me sentía muy perdida. Me paseaba por el living, por el patio, fumaba, hasta que decidí ir a recostarme. Me quedé raja hasta que me despertó la tía auxiliar para almorzar (a tod@s les decía ti@ de cariño).
Me senté en cualquier puesto (ya que no conocía a nadie), y poco a poco empecé a conversar con unas niñas de mi mesa. Es difícil integrarte a un grupo que ya está armado, pero no me quedaba de otra, un poco de "perso" venía bien en esos momentos.
Después de almuerzo me fui a tender, quería dormir, dormir y
dormir. En el horario de visita tampoco salí, nadie que me iría a
visitar. Estaba absolutamente dormida cuando llega la tía auxiliar y me dice
que tengo visitas (que raro decía yo si las únicas visitas que podía recibir estaban en Ovalle)... me llevé una muy grata sorpresa, mi visita era el tío Felipe (pololo de mi mamá, al quien resguardaré su identidad). Me llevaba condoritos para que me entretuviera.
Salimos al patio (yo en modo zombies) a conversar (nada de visitas en las piezas ni tampoco podía
entrar un paciente a una pieza que no le correspondía, tooooodo estaba vigilado
por cámaras, el único lugar sin vigilancia era el baño. Echamos la talla, no
hablamos nada del "mundo real"exterior, mientras yo fuma que fuma.(adentro puedes llegar a triplicar la cantidad de cigarrillos que fumas afuera. Los cigarros eran el bien más preciado en la clínica ,
así como en la cárcel. Me dió mucho gusto verlo, lo que más le pedí era que
tranquilizara a mi mamá porque estaba segura, que ni dormía en las noches
pensando en como lo estaba pasando.
En la comida llegaron dos compañeras que habían salido por el día: Claudia y Cristina. Se sentaron en mi mesa donde estaba también la chica con pinta de pelo lais que les comenté. Empezamos a conversar, logramos un cierto grado de afinidad y confianza. Nos llamaban las C-C:
Camila, Claudia, Cristina y yo. Con ellas pasé lo que quedaba de día, y poco a poco me empecé a soltar, a
entrar en confianza, sentí que lo peor había pasado…
Al día siguiente (domingo), no
teníamos mucho que hacer, no había talleres, sólo tenías la chance de leer,
pintar mandalas, fumar o dormir; lo rico era que en el encierro no sabías de horarios, problemas,
todo era paz y amorsh.
El tercer día (lunes) ya fue un día “normal”
en la clínica. Después del desayuno y de tomarse los chubis (nombre que le daban a los fármacos), nos fumamos unos puchitos y a las 10 am, fuimos
con la Cami loca al taller de estiramiento-yoga realizado por Elvira. Una chica
de unos treinta años, muy amorosa, dispuesta a ayudarte, a escucharte, una persona
motivadora y encantadora.
En la primera sesión de estiramiento sudé
literalmente la “gota gorda”, las posturas eran complejas, pero al menos en
empeño no me quedé. La Cami había hecho yoga (y se notaba), así que la cabra chica me corregía toooodas las posturas y yo por dentro que ganas de echarle las chuchás jajaajjaaj.
A las 11:30 am, comenzaba el taller de
ergonométria o artes manuales. Cuando llegué le dije altiro “Elvira, yo no
sé dibujar ni un círculo, así de gráfica
soy”. Gentilmente, me sugirió hacer una pulsera para que vaya aprendiendo de a
poco. Así que comencé con mi primera pulsera, escogí color rojo para alejar las
malas vibras) y obviamente adornada con de tortuguitas, este símbolo lo llevo día a día porque representa uno de los recuerdos más
bellos que tengo en mi vida de cuando hice el voluntariado de tortugas marinas en Puerto López, Ecuador.
Sé que algunas personas piensan que fue tiempo perdido y
que sólo fui a pasear, pero esa satisfacción personal que produce el ver
que contribuyes a una causa, no tiene precio. Claramente con suerte salvé a una tortuga y dejé
una huellita de aprendizaje en mis niños del ecoclub, pero esa alegría y orgullo de mi misma, no me los quita nadie…. A todo esto, la
pulsera me quedó bellísima!!!! Me sentí total y absolutamente realizada
jajajajaaj; dicen que todos los días se
aprende algo nuevo.
En el taller
teníamos café (descafeinado por supuesto) y también teníamos un baño que tenía
pegado unos cartelitos justo en frente del wc. Cada vez que iba leí una frase que hasta ahora
la recuerdo y es tanto la que me gustó, que la tengo pegada en la puerta de mi departamento y dice: “El ayer es
historia, el mañana misterio, el día de hoy es un regalo, por eso se llama
presente… la leía una y otra vez cuando iba al pipi room, bueno y además habían
otros cartelitos que nos hacían mucho sentido a quienes estábamos internados viendo todo negro.
A la 1 pm se escuchaba “está listo el
almuerzo” o “a comer”; la comida venía en bandejas de aluminio (tipo hospital)
con entrada (un pichiruchi de ensalada), el segundo (dependía del menú que te
asignaba la nutricionista) y el postre (un flan, jalea, fruta). No nos dejaban
participar en servir o retirar las bandejas, y menos aún entrar en la cocina por
el tema con los cuchillos.
Quedábamos libres hasta las 15hrs cuando
continuaba el taller de ergonometría. Algun@s hacían pulseras, otros mandalas, otr@s
cajitas con servilletas, o atrapa sueños. La idea era que lo que confeccionáramos, fuese para nuestras familias, amig@s o quienes nos estuvieran acompañando en este
proceso.
En la tarde fui a enfermería a
preguntar por mi hora con la psiquiatra, y ví a una mujer (de aproximadamente
unos 35 años) sentada con un niño parado al lado de ella (me imagino que era el
hijo). Miro la pizarra (allí estaban todas las habitaciones anotadas y al lado
de cada una el nombre del paciente, junto con la isapre a la que pertenece,
los permisos, los menús de cada uno) y veo el nombre Grace (ya me imaginaba que la señora que estaba sentada era mi nueva compañera de pieza. Me dió una lata
te-rri-ble compartir la pieza; además se notaba que venía con una
depresión muy fuerte.
No me equivoqué, en la tarde fui a la pieza y estaba
instalándose con la cuidadora (eso me decía altiro que estaba realmente mal. La
verdad no le hablé prácticamente, no me nacía, además yo ya me estaba
sintiendo mucho mejor, no quería decaer. Hasta que un día le regalé una de las pulseras que hice en el taller, estaba re contenta, me presentó a su familia y me dió las gracias por el gesto.
Las primeras noches fueron horribles!!
Estábamos en verano y hacía calor, pero ella cerraba las ventanas por la bulla,
así era imposible dormir (más encima bajo las sábanas iba un cubre colchón
plástico, así que te encargo la transpiración), más encima, la cuidadora jugando con su celular iluminaban toda la pieza.
Al pasar los días, nos hicimos muy muy amigas, impresionante como se le veía muy distinta a como llegó.
En las mañana hacíamos ejercicios, todos los días treinta minutos de caminata y treinta de ejercicios localizados, era power para el deporte, le puse el sobrenombre de "MILF" (nombre que se les da a las mujeres que son maduras y con hijos) jajajajajaja. Nos convertimos con la Grace y la Cami loca en "las tres mosqueteras" (mis otras dos compañeras Claudia y Cristina no estaban).
A las 16 hrs nos llamaban para la hora
de onces, básicamente lo mismo que el desayuno.
En esos minutos mis compañer@s comenzaban
a inquietarse porque se acercaba la hora de las visitas. A la mayoría los
visitaban, mamás y herman@s. Sólo dos compañeros tenían prohibidas
las visitas o más bien restringidas (Gonzalo y Nicol, el primero esquizofrénico
y la segunda era bipolar, en grado fuerte y en ese momento, en etapa de manía. Con los remedios quedaban como zombies; bueno la mayoría en la clínica andaba dopado, porque regular las dosis o iniciar un tratamiento con fármacos, no se hace a la
primera, es un tipo de ensayo y error, suele suceder que los primeros días, andas atontada.
Nicol, era una compañera Oriunda de Ovalle, su estado era complicada, tenía momentos de agresividad fuerte (llegó a moder a una teens en el brazo), les pegaba a los enfermeros... recuerdo una vez que le dió por tomar sol en pelotas!! lo primero que pensé "uta la wna tiene el manso forro", pero eso no era lo importante, sino que darte cuenta que pensará una persona que es capaz de sacarse la ropa y tenderse al sol o morder a una persona.
Después de esos episodios, estuvo amarrada en una sala especial tres días. Los gritos se escuchaban, fue muy difícil nivelarla, pero la psiquiatra lo logró, tomaba alrededor de 20 pastillas diarias, si lo piensas es bastante, pero era la única forma de tenerla "nivelada".
Los últimos días, se juntó mucho con nosotras tres, nos reíamos mucho, bailaban con la Cami loca, nos contó su historia de vida y a pesar que todos pensábamos que estaba delirando, yo les corroboraba que al parecer estaba lúcida, porque cada lugar que ella nombraba de Ovalle existen; ahí nos dimos cuenta que ella estaba mejorando.
A la 18 hrs terminaban las visitas,
justo el momento en sonaban la campana de la iglesia de enfrente. Los abrazos
de despedida, eran los más cálidos que uno pudiera recibir, pero también
tenías que ser fuerte, no derramar lágrimas para que tus visitas no se fueran preocupadas, cada día que me visitaba el tío Felipe, (me visitaba tres o cuatro veces a la semana, se portó un diez conmigo) necesitaba
transmitirle que estaba bien para que eso mismo se lo dijera a mi mamá. Me imaginaba lo preocupada que estaba por mí y lo que sufría por no poder estar cerca. Ella
siempre se las ingeniaba para que yo supiera cuanto me amaba, y por supuesto
una de las llamadas diarias era sagrada para ella, siempre!!.
Quedábamos libres hasta las 19 hrs
cuando nos llamaban a cenar (similar a lo del almuerzo), te sentabas y la tía
traía tu bandeja, AH! Incluso en la cocina tenían una pizarra donde anotaban
quien iba a comer, cuanto dejaban y por las cámaras vigilaban nuestros
movimientos. Con esa y otras observaciones confeccionaban un informe de cada paciente al final de cada turno, informe que la psiquiatra supiera de nuestros días en la clínica. (las sesiones con la psiquiatra eran 3 veces a
la semana).
Después de la cena y hasta las 21 hrs,
quedábamos liberad@s. Batíamos la lengua, fumábamos como carretoneros mientras nos
confidenciamos nuestras historias de vida; por supuesto no con tod@s, no tienes
conversaciones profundas con todas las personas.
La Cami loca me contó su historia de vida y porque estaba ahí. Me emocioné mucho, de los compañer@s sólo yo sabía sus verdaderas penas. Podíamos pasar horas conversando, nunca nos aburríamos De repente era demasiado buena para hablar jajaajajja, pero es una persona que a cualquiera le gustaría tener en su vida (cuando la mamá la visitaba me invitaban a compartir con ellas, nos retaba de vez en cuanto porque según ella, teníamos todo para ser feliz; pero a veces ver todo de afuera es muy muy fácil; pero vivir... es heavy). Es como que te digan "imagínate una vida con hijos y familia", obviamente no te lo imaginarás porque no lo has vivido, bueno en este caso pasa exactamente lo mismo.
Cerca
de las 21hrs nos daban una colación (jalea, arroz con leche o flan) y luego
ir a la enfermería a tomarnos los signos vitales. Nos tomábamos los fármacos y a las
22 hrs tenía que estar por norma todo apagado. En todas las enfermedades mentales
es necesario mantener una higiene de sueño.
En el caso de algunos pacientes, les
recetaban un S.O.S. que era una pastilla que los pacientes pedían cuando no podían
dormir, sentían angustia o intranquilidad (yo no tuve necesidad de tomarla).
Después de tomarnos los chubis nos fumábamos el último puchito, nos limpiábamos la cara, los dientes y me despedía de las chicas porque yo me duchaba sagradamente todas las noches (una de las tías me decía "báñese rapidito, no ve que se puede quedar dormida en la ducha con las pastilla jajajajaja. Me imagino que pasó alguna vez).
Llegaba a mi pieza, escribía lo que me pasaba en el día o leía; hasta que nos hicimos muy amigas con Grace. Ahí conversábamos hasta que nos retaran; hasta la Cami loca se iba a acostar con nosotras, amaba tenderse y que uno le hiciera cariño... era muy de piel (yo también) pero me cuesta empezar a serlo. Se quedaba dormida ajajaja, cuando la "echábamos" a su pieza, tenía que acompañarla porque con las pastillas quedaba raja de sueño y se podía caer mientras iba caminando a su pieza.
Un día antes del alta, mi hermano me visitó a la clínica. Yo estaba en el comedor conversando con mis compañeros tranquilamente, sabía que no tendría visitas (como el tío Felipe estaba fuera de Chile), cuando aparece mi hermano con dos globitos de helios grandes (decían te quiero). Noté que sus ojitos parpadeaban cada vez más rápido, me dí cuenta de inmediato que quería llorar. Lo llevé rápido a un lugar más tranquilo para que conversáramos. Lo único que yo le decía es que yo estaba bien, que lo había pasado bien. Él sintió pena de ver en el lugar que yo estaba y estuve casi un mes.
Como les conté antes no era un hotel ni mucho menos, pero yo me sentí como en mi hogar. Ahí me dí cuenta que no estaba en un lugar que tod@s podrían aguantar, viviendo casi un mes, y bajo estrictas reglas. Justo en ese momento es cuando te sientes orgulloso de ti mismo, no es fácil salir de tu zona de confort y perder la privacidad; pero así y todo, fuí ser capaz de hacerle frente a la adversidad.
Así fueron prácticamente mis 28 días en
la Clínica Psiquiátrica Macul, hasta que el día miércoles 4 de Marzo, como
estaba presupuestada mi egreso de la clínica y después de que la doctora revisara los exámenes
(electroencefalograma y electocardiograma), para asegurarse que los
medicamentos no estaban haciendo interferencia con mi cerebro y mi cuchara. Al
ver que todo estaba en orden, me dieron el alta médica (yo pensé que el trámite
entre que daban el alta y uno salía de la clínica era lento, pero mi hermano
prefirió salir del departamento antes que le confirmaran, así que tuve que
hacer todo volando… Hacer con la tía Lucrecia el inventario de las cosas que me
llevo, sacar todo de mi pieza, despedirme de mis compañeros. Cuando me despedí de la Cami loca, me di´po mucha pena, lloramos como cabras chicas (y porsupuesto de Grace que nuestra despedida fue ese día en la mañana, antes que se fuera por el día). Lo pasamos tan bien… nos reímos, hablabamos de todos los temas, nos apoyábamos, éramos muy cómplice. Pero todo tiene su fin, y así iba concluyendo mi lindo ciclo en la Clínica Psiquiátrica Macul.
En ese momento tuve un revoltijo de sentimientos; por una parte estas contenta de haber superado una etapa, pero por otro lado,
dejas a personas con las que compartiste un mes, generaste lazos, contaste tu
historia y algunas veces, anécdotas que no habías contado a muchas personas. Si
llevas un mes completo y lo prorrateas en horas, es como conocerla meses… uno
crea lazos y espero que pertuderen en el tiempo. De hecho a
dos compañeras (Cami loca y Grace) de la clínica les tuve un cariño muy
especial. Personas totalmente desconocidas, pero que con el pasar de los días, las sientí tan parte de ti, tan partner... Fuimos muy unidas y generosas entre
nosotras, nos acurrucábamos a dormir sin importarnos que nos estuvieran viendo
por las cámaras (la Cami no podía estar en nuestra pieza), porque en ese encierro a pesar de lo precario que era, sentí
más calor humano que en cualquier otro rincón del mundo….
“No importa dónde estés, a medio
kilómetro de distancia o al otro lado del mundo, siempre estarás conmigo
y siempre serás una amiga” (by Vin Diesel)