domingo, 19 de julio de 2020

El “amor” en tiempos de Tinder.


Este tipo de aplicaciones tiene todavía un peso social que se relaciona más con el sexo que con el amor, o así parece. Hay un tabú sobre conocer a alguien por Internet y enamorarse, ¿por qué? Tal vez porque nuestra idea del amor romántico nos lo prohíbe.


Pero... ¿Qué es Tinder?... es una aplicación de citas para conocer a personas cercanas con las que ha habido un interés en forma de match. El match es cuando dos personas se gustan mutuamente. Entonces sí podrán chatear e iniciar una conversación. Si una de las dos personas no está interesada, no podrán conocerse. Tiene dos opciones, un corazón que es el like y una X con la que descartas a la persona.


Antes de esta experiencia ya había usado Tinder, pero no había llegado a nada más que un “podríamos juntarnos”. Siempre encontraba una excusa para no hacerlo. Al parecer lo mío funciona al revés: Conocer, gustar, chatear. Tal véz por eso nunca me atreví a dar un paso más allá, hasta que descargué nuevamente la aplicación.


Todo comenzó en Septiembre del año 2019, cuando mi madre me cuenta que la hija de una amiga que está soltera, conoció a su nueva pareja por Tinder (igual tuvo “cuea” pensé yo). Personalmente, tenía pésimos recuerdos de esta aplicación. Como les conté, hace unos años atrás la instalé, hice match con puros pelmazos que claramente tenían pareja, así que que en ese entonces, decidí no juntarme con ninguno. No me quería casar ni mucho menos, pero tampoco estaba para ser la amante de nadie.


Esta vez decidí hacerle caso a mi madre y descargué la aplicación. En la ciudad donde vivo es casi imposible conocer a alguien, creo haber apretado un “like” no más de tres o cuatro veces; pero hubo uno de ellos que me pareció conocido, no tanto el rostro, pero si el apellido. Hice la conexión entre el apellido y las fotos que todas eran de viajes, ahí supe inmediatamente quien era.



Hicimos match, pero no empezamos a chatear de inmediato, de hecho yo lo había dado por descartado. Hasta que un día Jueves por la mañana, suena mi celular, nada más ni nada menos que era Clemente (así lo apodaremos), el chico viajero me estaba escribiendo por el chat de tinder. 


En pocos minutos nos reconocimos, me contó que mi mamá siempre le posteaba cuando subía fotos del viaje que hizo por el mundo. Y él por mis fotos sabía que uno de mis placeres era viajar y conocer el mundo. 


Después de unos minutos, me pidió el número de teléfono para conversar vía whatsapp, desde ese momento hablamos todo el día, yo estaba en el campo, él en La Serena. 

Las conversaciones era súper entretenidas, incluso me reía sola en algunos ratos, me decían "él que sólo se ríe de sus maldades se acuerda". Igual me imaginaba la cara de estúpida que debía de tener.



Seguimos conversando hasta que el viernes en la noche, le propuse que nos juntáramos al día siguiente después de mi trabajo, a  lo que él quisquillosamente aceptó.

Anduve todo el sábado con la guata hecha nudos, por un lado quería que llegara la hora, pero por el otro me daba “cosita” que pasaría cuando lo viera en persona.


Salí del trabajo y me fui a la casa de mi hermana que vive a dos cuadras de su casa. Así que pase a echarme una manito de gato antes de pasar por él. Mientras caminaba a su casa, tiritaba entera, iba ultra nerviosa, estaba a punto de desmayarme, en instantes me decía a mí misma: “en que estabas pensando”… Pero como dicen, ya estaba montada en el macho. Llegué a su casa, le escribí que estaba afuera. Salió de inmediato!!! Qué situación más incómoda… no sabía que decir, era como “mmmm y ahora que hacemos, cri cri”, yo era novata en todo esto, al parecer él no.



Nos saludamos de beso en la mejilla y partimos caminando hacia el centro... me impresionó lo alto que era!!!! yo creo que le llegaba con suerte a los codos, me sentía como un tacuaco caminando a su lado, tenía que mirarlo hacia arriba... matao!!. 
Recuerdo que andaba con un pantalón y con polera manga corta. En el trayecto hablamos puras vanalidades. Llegamos a la plaza de la ciudad y como no nos íbamos a sentar en la plaza, decidimos entrar a un salón de té. Él pidió un jugo y yo una jarra de té.



Yo lo miraba de reojo, recuerdo que no me gustó en esa salida, pero tampoco era capaz de mirarlo a los ojos, sentía que me ponía colorada de tan sólo mirarlo 5 segundos. No podía mantener el contacto visual con él. Tenía una mirada muy profunda y me miraba fijamente, me sentía realmente intimidada, y eso que tímida no soy.


No nos paraba la lengua en ningún momento. La mayoría del tiempo hablamos de viajes,  de lugares increíbles, culturas, comidas. Él era más aventurero que yo, es de quedarse en hostales y conocer gente en el camino, yo una viajera tipo tres estrellas. Definitivamente los viajes era algo que nos unía fuertemente, algo que no me había pasado antes. 
En un momento me paré al baño (como soy tan buena para el pis y con los dos litros de té que me estaba tomando), sentí que me miró todo el rato, más intimidada imposible!! Cuando iba de vuelta a la mesa, no me quitaba los ojos de encima. No es que fuera jote ni mucho menos, él es así.


No nos dimos cuenta cuando ya eran las 8pm. Estaban por cerrar y ya estaba oscureciendo. Yo estaba muerta de frío. Me pasó de puro coqueta porque andaba trayendo chaqueta... pensándolo bien había que mostrar la mercadería. Caminamos de vuelta a nuestras casas conversando de lo humano y lo divino, nunca tuvimos un minuto de silencio, es más, creo que podríamos haber seguido charlando por mucho tiempo más.



Me pasó a dejar a la casa de mi hermana, nos despedimos con un beso en la mejilla y un “estuvo entrete, gracias, hablamos” mmmmm ok! Sería la cita pensé yo… cuando al rato mientras me fumaba un pucho con mi hermana, recibo un mensaje de Clemente para saber como había llegado y que le había parecido la cita. No supe mucho que responder, sólo que deberíamos de repetirla. 


Las conversaciones seguían siendo entretenidas, profundas, pero cada vez iban subiendo de tono y de importancia… a los dos días me invitó a su casa. Me puse más nerviosa que la primera vez. Ir a la casa de los papás… eso si que me daba cosita. Pero quería verlo, así que me eché la vergüenza al bolsillo y llegué a su casa. Me estaba esperando con el portón abierto para que guardara el auto (me sentí por un momento como reina).



Entramos a la casa, no se cual de los dos estaba más nervioso. Me ofreció algo de la cocina. Decido tomarme un té y Clemente también se toma uno. Al rato llegan los papás!!!!!!!!!!! 1, 2, 3 ME QUERÍA MORIR!! No pasaba por eso hacía muchísimo tiempo. Y fue como “Ella es Camila, una amiga”. La mamá me reconoció en tres tiempos. El papá al parecer también, pero no por los viajes, sino porque uno de mis ex fue compañero de curso de Clemente jjajjajajajaja.



Después del té nos fuimos a sentar en el living. No sabía si sentarme cerca o no de él, no sabía cómo actuar, que decir, parecía pendeja de 15 años. Nos sentamos en el mismo sillón y conversamos por horas, mientras mi corazón latía a mil por horas. Ninguno de los dos intentamos algo. Me fui a mi casa totalmente frustrada, tuve tantas oportunidades y no tomé ninguna. Aunque debo reconocer que algo que me gustaba de él es que siempre fue muy respetuoso conmigo, claramente si yo no daba el primer paso, no pasaría nada.


Esa noche seguimos chateando cada uno en su casa. Nos reclamábamos el uno al otro de que no pasó nada. Al día siguiente me volvió a invitar a su casa. Nuevamente me vieron sus papás, de seguro pensaban que algo pasaba. Y no se equivocaron. Justo los padres tenían que ir al supermercado, así que nos quedamos solos, fue como cri cri nuevamente. No se como pero en dos segundos nos estábamos besando. Yo estaba mirando hacia el jardín y al voltearme para seguir la conversación y me tomó por sorpresa. Mi corazón latía a mil por horas, hace tiempo no me sentía así, era una mezcla de emociones, así como cuando pinchabas en el colegio, cuando todo era escondido y el condimiento principal era la adrenalina. Aquí me pasaba lo mismo, porque en cualquier momento llegaban los papás del súper. Y así fue, nos tomamos una taza de té mientras conversábamos con sus papás que estaban cocinando. Por un momento me sentí tan a gusto en esa casa, tan bienvenida, tan acogida....



Y así continuaron los días, claramente los nervios ya no eran los mismos, pero las sensaciones permanecían. Yo disfrutaba con sus besos, sus abrazos, su manera de ver la vida tan distinta a la mía. Pese a que no estaba haciendo lo que el quería, veía la vida de una manera optimista. Yo amaba ir a su casa y sentarme en la cocina o en el patio a tomar esa inolvidable taza de té con canela. Ese té que tantas veces calmó mis frustraciones, alegró mis días, me hizo vibrar, pero que lamentablemente un viaje de sólo 400 kms, hizo que todo cambiara. Esa entretenida y escondida amistad con derechos, se desmoronó como un castillo de naipes. No sé la razón, sólo sé que pasó. Estuvimos siendo amigos con derecho por casi dos meses, nunca hablamos de compromiso, muy por el contrario, la libertad era un bien preciado para ambos. Hasta el día de hoy somos amigos, no hablamos muy seguido pero sé que ahí está. Tengo los mejores recuerdos de esa experiencia en Tinder. Cada vez que abro las cortinas de mi departamento recuerdo al chico viajero. Puedo ver su casa desde mi ventana. Los té con canela ahora tienen recuerdos, y hablar de viajes y de historias forman parte del pasado. Por unos dias Clemente fue mi alegría, mi hombro, mis suspiros, mis penas, mi motivación, mis deseos... Clemente... mi dulce Septiembre... (así como película de Keanu Reeves y Charlize Theron, "mi dulce Noviembre)).



Disfrutaba hablar con él. Teníamos gustos similares. Su sentido del humor era de esos que te enamora. Pero no éramos más que para lo que fuimos, un par de amigos con ventaja…


2 comentarios:

  1. ...Y al menos pudieron verle el ojo a la papa?

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    1. Jajajajajajajaj que directa tu pregunta... quizás, tal vez...

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