domingo, 12 de julio de 2020

Vivir sola.. y feliz!!



Vivir solo es mucho mejor de lo que en principio pudiera parecer y es que, según las estadísticas, la mayor parte de las personas que viven solas son  más felices. Por eso, cada vez más personas toman la decisión de vivir en soledad y, según estudios, la mitad de las viviendas estarán habitadas por una sola persona.


Y Sí, lo admito. Muchos de los que vivimos solos amamos la soledad y una de las cosas que más apreciamos es que llegamos a una casa vacía donde nadie nos abruma con más problemas. No hay nada como llegar a la tranquilidad de mi apartamento. Tener la certeza de que encontraré mi casa como la dejé no tiene precio. Nadie se hará responsable de tus cuentas, pero tampoco tendrás que rendirlas a nadie. Podrás comer lo que quieras, cuando y donde quieras, incluso sentada en el sillón o “echado” en la cama viendo una película.

Desde los 18 años que he vivido sin mis padres. La primera vez cuando entré a la universidad en Santiago. La segunda vez fue cuando mi hermana se mudó desde Viña del Mar a Santiago y vivimos alrededor de ocho años. Otros cuatro años viví en el departamento familiar en Santiago con mi mejor amigo de ese entonces; y ahora ya llevo tres años viviendo sola, en el que es para mí, el mejor lugar del mundo... mi rinconcito. No es grande, pero cada detalle lo hice pensando en que fuera un lugar al que desearía llegar todos los días.


También he vivido en otros países: a los 16 años viví en Australia por 6 meses, por un intercambió escolar. Viví con una aussie family, bastante distinta a mi realidad, pero no por eso dejo de ser maravilloso. A los 23 años, me dio la locura y los ahogos de la Olguita Marina así que partí a La Paz, Bolivia. Allá viví dos meses en la casa de un amigo con sus padres y su hermano, los que se convirtieron en mis suegros y mi cuñado. A los 28 años, cumplí un sueño que tuve toda la vida; hacer un voluntariado. Ese año se dieron todas las condiciones para llevar a cabo mi sueño, así que postulé y quedé. Al mes estaba viviendo en Puerto López (Ecuador) ayudando en la conservación de tortugas marinas y el medio ambiente. 


Al regresar de Ecuador, tuve que ir a vivir con mi padre, algo que no hacía desde los 18 años. Gocé de 11 años de libertad, mi bien más preciado. 
Él es de la vieja escuela, su lema es "mi casa, mis reglas", así que me tenía que acomodar a sus horarios. Pensar en salir de noche era una pérdida de tiempo, no por el permiso, sino porque se despierta hasta con el maullido de un gato. 
Las comidas tenían un horario fijo: desayuno 8am, almuerzo 12:40pm, comida 7pm. Después de comer venía el infaltable puchito. Cuando llegaba la hora de ir al sobre, me invitaba todo entusiasmado a ver Animal Planet hasta las 10pm cuando ya empezaba a cabecear. Amaba ver como los leones se comían a los más débiles, las peleas entre ellos era lo que más disfrutaba... y yo con lo que más sufría.



Yo no estaba del todo cómoda, pero sabía que después de tanto tiempo, volvió a sentirse acompañado. Lástima que mi estadía no duro mucho. A los 3 meses de vivir juntos, comencé a buscar un departamento. Después de ver unos cuantos, encontré el perfecto, el que reunió todas mis necesidades. A las dos semanas estaba firmando en la notaría, y a la semana siguiente, me estaba mudando a lo que sería mi nuevo hogar. 



Está ubicado en un Cuarto piso, sin ascensor (imagínense como llego arriba cuando voy cargada... casi sin respiración). Tiene tres habitaciones, un baño, living-comedor, cocina y una pequeña loggia. Lo mejor de este departamento es sin duda la vista. Sentada cómodamente en el living, puedes ver la ciudad completa. Cuando despiertas, puedes ver desde la cama un lindo amanecer, es realmente bello. 
El departamento es pequeño, pero muy acogedor. Es el típico departamento de soltera decorado con una con mezcla de estilos. Una de las piezas pronto se convirtió en un escritorio que alberga mi colección de libros, y un mueble de escritorio el cual nunca he usado, pero está ahí para cuando algún día me convierta en una reconocida y famosa escritora de columnas jajajajajaa...  me tengo harta Fé, sino me la tengo yo, quién.   


El lugar que más me interesaba quedara confortable, era mi pieza. Al fin y al cabo es el lugar donde pasaría la mayor parte del tiempo. Me preocupé que fuera una cama de esas que te guiñan el ojo para que te acuestes, y una TV que me seduzca para ver una película. Pero todo sencillo, según yo, quedó perfecta... 
La decoración en general es bien minimalista, y a pesar de que ya han transcurrido tres años desde que vivo aquí, luce como un departamento piloto, no es que sea maniática de la limpieza, pero llegar y ver todo ordenado es una sensación indescriptible. Los días martes es el día del aseo. Pongo música alegre, me cambio de ropa por la que tengo destinada para hacer los quehaceres del hogar, me hago un “tomate sexy”, preparo los menjunjes, y a limpiar se ha dicho!.


Cuando me fui de la casa de mi papá fue como “uffff que alivio, al fin sola”. Pero me dí cuenta que esos 4 meses que compartimos, retomamos lazos que estaban latentes, pero que seguían ahí. Y que claramente, este distanciamiento haría que inevitablemente ese lazo y complicidad, se durmieran otra vez. Comer juntos, fumarnos un puchito o ver animal planet, sería parte del pasado.

Mi partida definitiva no duraría mucho. De hecho partió con el pie izquierdo... cuando iba a tomar la primera ducha del primer fin de semana, me salió el agua fría... así que en pelotillehue salí a la loggia para revisar el calefont (me las dí de técnico). Moví cuanta perilla tiene, pero fue imposible, el agua seguía saliendo como hielo. Así que partí con la cola entre las piernas a la casa de mi papá que está muy cerquita. 

Me tuve que quedar dos días hasta que me arreglaron el calefont. En el intertanto, me llaman de post venta para arreglarme unos detalles que objeté en la entrega. Uno de ellos era la pintura de algunas paredes y del techo. Como el olor es tóxico (según yo y mi exageración), le dije a papá si me podía quedar dos días más con él hasta que el olor desapareciera. Creo que fue una excusa para postergar mi ida a vivir sola, pero pucha que aproveché esos últimos cuatro días con él.

Ya estaba todo listo para comenzar mi nueva etapa, pero había algo que me frenaba. Se me apretaba el pecho de sólo imaginar a mi padre sólo en esa casa. Sabía que debía pensar fríamente, lo que estaba haciendo es la ley de la vida, como dice mi mamá los hijos son prestados.  


Con el pasar de los días, la angustia iba disminuyendo y la alegría de tener MI ESPACIO era cada vez mayor. La rutina era prácticamente la misma, el tiempo que pasaba en casa era escaso, pero cada día amaba más llegar a casa. 
Cada noche dejaba todo listo para el siguiente día. Mientras cambio mi ropa de trabajo por ropa de "calle" como dicen en Ovalle, aplicaba spotify. Escucho desde perreo intenso hasta esas canciones que vienen con un cuchillo de regalo. Por unos instantes me "echó" en la cama o en el sillón a mirar el techo. Qué sensación más agradable!! en ese entonces, era el mejor panorama que podía tener, sabía que nada ni nadie podía interrumpir mi tranquilidad.


Comer en el comedor fue reemplazado por comer en la cama, sin que nadie estuviera diciéndome “cuidado con el cobertor”. Los horarios dejaron de existir, el escuchar “a la mesa” o “ya es muy tarde para que estés despierta” se esfumaron. La puerta del baño era invisible, nadie entraría en él. Podía llorar, gritar, tirar cosas, pegarle a los cojines sin que nadie me juzgara o me preguntara; ¿Estás bien?.  La comida congelada o instantánea sabían deliciosas, eso de ensuciar la cocina… definitivamente no era lo mío. El choclo con mayo, la palta y el atún, se convirtieron en mis aliados. Dejar la cama sin hacer un día o dos, no era problema. Tomar bebida del envase dejó de ser prohibido y no era tan placentero como cuando lo hacía a escondidas. Caminar, saltar o correr por el departamento en "paños menores" o desnuda, se convirtió en una práctica de lo más normal, apareció la exhibicionista que llevo dentro. Poco y nada me importaba tener vecinos al frente.
El avisar o pedir permiso para invitar a alguien o pasar la noche fuera de casa, pasó a la historia... Cuando vives sola y te mantienes por tu cuenta, puedes invitar a casa a quien se te dé la gana. Nadie te juzgara si llevas a uno o a mil amigos, sobretodo después de haber vivido esos 4 meses con un conservador empedernido. Mis padres jamás me permitieron estar en la pieza con un pololo, ni siquiera con la puerta abierta. Para que decir de las vacaciones, para ellos salir con el pololo de vacaciones sin casarse... era un sacrilegio. 

Pero para algunas personas el hecho de vivir sol@s es casi imposible. Si bien es cierto que para algunas personas es magnífico, algunas sufren porque la palabra responsable tiene que sí o sí aparecer en el diccionario, no hay opción. Tienes que aprender a ser responsable de tus gastos, de la limpieza y de cuidar de ti misma; si tú no lo haces, nadie vendrá a echarte una mano. También aparece en algunos casos la palabra "Soledad". Si bien es cierto genera paz, puede que en ocasiones sea demasiada y extrañes compartir y echar la talla con otros. En los esos momentos de resfrío o malestar, tener un compañero que te ofrezca una taza de té, un abrazo, para algunos es algo que no tiene precio.



Después de tres años viviendo así, claramente no lo cambiaría por nada del mundo. El compartir mi tiempo y mi espacio con alguien más, es todo un temón. Pensar en llegar y verle la cara a alguien... no sé si lo toleraría. Mis tiempos ya no serían solo míos. Ya no podría cantar y saltar como loca por el departamento. No podría pasar horas dándome un baño de tina, o simplemente tener el silencio para leer o escribir.



Es más, muchas mujeres simplemente han decidido impulsar su carrera profesional y vivir solas. Tienen claro que no se van a casar, que no van a tener hijos y que siempre vivirán solas. Tienen sus actividades y aseguran que con esto ya tienen bastante. Y actualmente la satisfacción sexual ya no es un problema, pueden prescindir de eso u optar por un amigo a pila que no les exija nada.




Vivir solo requiere tiempo, dinero y esfuerzo, pero vale la pena. Pocas cosas son tan satisfactorias como tener tu propio lugar, aunque sea chico, grande, comprado o arrendado. Así que disfrútalo, te lo mereces.

Creo que es muy saludable pasar tiempo a solas.
Necesitas saber cómo estar solo y no ser definido por otra persona.”
Oscar Wilde.



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