domingo, 26 de julio de 2020

Mi Ruta por Bali


Hay lugares a los que llegas de una manera y cuando sales de ellos terminas diferente, diferente a como llegaste, a como pensabas, eso es justamente lo que me pasó después de visitar la alucinante isla llamada Bali.
Bali es una de las 17 mil islas de Indonesia (255 millones de habitantes, 83% musulmanes), es una isla Hinduista con más de 20 mil templos. El 88% de los isleños son Hinduista quienes a diario celebran con música y cantos a su religión llamada Hinduismo Balinés.


Algunos se animan a afirmar que Bali es la isla de los dioses. Y no creo que estén tan errados. Sin duda es un destino mítico y soñado: sus hermosas playas, aldeas rurales, los cultivos en terrazas, y más, hacen de Bali la verdadera joya de Indonesia.
Después de tres horas de vuelo desde Kuala Lumpur (Malasia), aterricé en el aeropuerto internacional Ngurah Rai, ubicado en la localidad de Denpasar. Caminando hacia policía internacional, se asoma un “Welcome to Bali” decorado al puro estilo Balinés. Desde ese momento supe que mi estadía sería sorprendente. Traía una mochila llena de ilusiones, expectativas, era un destino que llamaba mucho mi atención, sobre todo después de ver la película “Comer, rezar y amar”. Para que les voy a mentir, igual se me pasó por la mente conocer a un tipo como el de la película... lo pensé antes de ver a los verdaderos Balineses jajajaja.



Me estaba esperando la camioneta del hotel que me llevaría a mis aposentos en un pueblo llamado Seminyak, a una hora del aeropuerto. El calor y la humedad no daban tregua, era sumamente desesperante. Me instalé en el hotel (no era tan lindo como en las fotos, pero tenía un no sé que) y sin tiempo que perder, partí a conocer el pueblo que quedaba a unos cinco minutos caminando. 

La calle principal y más turística, habían en su mayoría extranjeros. Muchos lugares de comoda (pitucos, normales y las “picadas). Los lugares de masajes abundaban al igual que las tiendas de souvenirs. Ese se convirtió en mi paseo diario al atardecer. Mi lugar favorito y al que iba todos los dias, era el supermercado “Bintang”. Ahí compraba la comida, la famosa caja de choclo con mayonesa, el tarro de arvejas y el tradicional helado “Mega”. Los precios de los alimentos eran bien parecidos a los de Chile.  Me daba pena Y “lata” ir sola comer o a tomar algo, no soy tan entradora como para conocer gente. Además que me deprimía un poquitín ver a tantas parejas y grupos de amigos pasando por la calle desparramando carcajadas..



Como viajaba sola, tuve que contratar a un guía privado que hablaba español. Allá dicen hablar inglés, pero es bien poco lo que se habla. Mi guía era el Sr. Gomez. Un señor de aproximadamente unos 65 años, me recogía en el hotel y me llevaba a recorrer la isla por 60 dólares diarios. No es un monto menor, considerando que arrendar una moto (que es el mayor medio de transporte) por día te costaba unos 5 dólares más el gasto de bencina, pero que allá el litro costaba medio dólar (vendían la bencina en botellas de bebida, e sorprendió), bastante menos de lo que pagué yo por ir sola y más encima cobarde.




Porque ni en broma me subía a una moto… el tráfico es caótico, especialmente en los lugares más visitados, las carreteras están en estado deplorable y las señaléticas de tránsito, brillan por su ausencia... así que “no way”… cerré los ojos y desembolsé 180 dólares por tres días de tours.
El primer día me llevó a un espectáculo de un ritual estilo Balines, reconozco que casi me quedé dormida, no se entendía nada lo que pasaba. Sólo entendí que aparecía un animal y que lo mataban. Sinceramente  ahí pequé de ignorante. Visitamos el templo de los monos, muchísimo turista intentando tomar la mejor fotografía. La verdad es que he visto tantos monos en mi vida, así que ma estadía fue cortita y así aprovechar de conocer nuevos sitios.



Seguimos hacia uno de los templos más importantes de Bali, el templo de la purificación conocido como Tirta Empul Temple (declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco). Para entrar a los templos de Bali hay que llevar puesto un sarong (el típico pañuelo que se pone en la cintura como una falda tanto ellos como ellas). En la mayoría de los templos está incluida en el precio de la entrada (aunque una propina siempre es bienvenida) y en otros los arriendan por medio dólar.




Este Templo, es un lugar considerado sagrado por los poderes mágicos del agua donde los peregrinos pueden bañarse en búsqueda de purificar su alma. Yo no lo hice SÓLO porque había mucha fila… no porque haya creído que me quemaría al entrar en contacto con tanta pureza…
Muy cerca de ahí estaba un espectacular campo de arroz. Simplemente maravilloso!! 



Finalmente pasamos a un lugar donde producían el café más caro  del mundo llamado café “Luwak”. Recibe este nombre por el animalito que hace el trabajo para que nosotros nos deleitemos con una taza de café. Lo particular de este proceso, es que el café es excretado por el luwak después de haber comido la semilla que en estado natural es verde y duro. Una tacita de degustación costaba casi 4 dólares!!!!!! Mucho derroche pensé yo… pero después me dije a mi misma “misma, ¿volverás algún día a Bali?”, así que pedí uno. Me dispuse a probar el tan preciado café y… no me gustó!! Tiene un sabor más bien amargo, los que saben de café seguramente entenderán de estas cosas, yo con un “Caramel Machiatto” del Starbuck soy feliz.




Al tercer día nuevamente me recoge el Sr. Gómez, siempre con su sonrisa y “acachao de conversa”. Era demasiada información, ni siquiera alcanzaba a anotar en mi cuadernito. Nos dirigimos a un lugar en el que hay dos templos, el más visitado y famoso Tanah Lot. Está situado sobre una gran roca que llega a cubrirse casi por completo cuando la marea es sube. Ahí mismo por una donación (porque en Bali todo es plata) te purifican. Aquí tampoco lo quise hacer, necesitaría demasiado tiempo y tenía mucho por conocer aún jaajajajajaj. Justo en frente, se ubica el pequeño Templo Pura Batu Bolong.



Avanzamos hasta el Templo Aman Ayun (también conocidos como templo del bello jardín, porque está rodeado de exótica vegetación. Se constituye por varias pagodas de diferente tamaño.... impresionante la verdad). Finalmente llegamos al templo Begudul (el ícono de la isla de Bali. Tres templos en uno. En ese lugar además está construida una mezquita, eso indica que existe una mezcla  de culturas totalmente opuestas, donde sólo aquí en Bali han aprendido a convivir).





Al cuarto día me recogió el hijo del Sr. Gómez. Debo decir que me sentí muuuuuy incómoda durante todo el tour. Hablaba de mujeres, sexo, pornografía. Me imaginaba que era porque en Indonesia, todo es tipo años 70’, vírgenes hasta el matrimonio. Y al parecer, es más común de lo que uno cree, que los extranjeros buscan tener un “touch and go” con los isleños. En este país y como en la mayoría de los Asiáticos, la pornografía está prohibida, es más, puedes ir a la cárcel si te pillan viendo pornografía. De hecho las páginas están bloqueadas, TUVE que meterme, tenía que comprobarlo por mis propios ojos jajajaja, ya veía que llegaba la policía a buscarme por intentar ingresar a una página porno.



El primer destino era el pueblo llamado Penglipuran. En el camino pasamos por un área de 175 hectáreas de Bamboo. El pueblo es pequeño, viven solo 76 familias, cada casa tiene su tienda (al estar alejado no hay lugar donde trabajar). Cada casa tiene número y están escritos los nombres de las personas que allí habitan.







En una parte de la casa, tienen una especie de altillo que es donde realizan ritos, nacimientos o dejan a los muertos antes de enterrarlos, y pasado 4-5 años lo desentierran y queman lo que queda y las cenizas son arrojadas al mar.
En la isla puedes ver en casi todas las puertas una de ofrendas como agradecimiento a sus dioses. Son conocidas como “canang sari”, son preparadas por los balineses, hechas a mano con hojas y dentro llevan arroz, galletas, caramelos, sal y flores. La realizan tres veces al día. Por la Mañana es para la buena suerte; Antes de comer es para dar gracias por la comida y por la Noche es para dar gracias por la vida



Luego fuimos al famosísimo Templo Pura Besakih, más conocido como templo Madre. Es el más grande y más sagrado de los templos de Bali. Está compuesto por 22 templos diferentes. Está muy cerca del volcán que entró en erupción justo antes de llegar a Bali. Por suerte, ese día no había ceniza,  ni alerta, así que pude conocerlo. Es que se vas a Bali y no conoces este Templo, es como una aberración.




Finalmente visitamos el templo Kehen. Este Templo protege de los terremotos. Por un lado tiene el Símbolo de una tortuga que representa el agua, y por otro lado el dragón que representa al fuego, Si los dos entran en contracción se producen los terremotos. Los fieles lo visitan para rezar para que no ocurran terremotos.






El quinto y sexto día los deje para descansar, caminar y relajarme en la piscina del hotel. Aunque no faltó una persona que me hizo un encargo cacho… eso no puede faltar! Mi mamá me pidió que le comprara relojes porque allá las imitaciones son espectaculares y baratas. Según ella era saliendo del hotel, a mano derecha y recto recto. Cuando voy chequeando en internet… eran casi 6 km hasta la tienda... en un lugar con ese clima, créanme que 6 km es bastante. De hecho era en otra ciudad llamada Kuta. Pero como le iba a decir que no. Así que llamé a un taxi y me dejó en la relojeria, habían cientos de relojes, pero el presupuesto de inmediato me acotaba a un cuarto. Compré  y regresé caminando al hotel. Para que les cuento lo al jugo que llegué… la ropa estilaba y mis deditos con ampollas de tanto caminar… y lo peor, es que al día siguiente tuve que ir de nuevo porque le gustaron otros que les saqué foto… me quería morir!! Igual me daba pena porque me decía “si puede no más”… obvio que podía, así que ooootro sacrificio, aunque después venía la recompensa de hacer nada tirada en la reposera en la piscina del hotel.
De Seminyak me fui a otro pueblo llamado Ubud. Que fue donde se filmó la película que les comenté anteriormente, “comer, rezar y amar”. Eran 30 kilómetros de distancia, yo calculaba estar en una media hora en Ubud, pero no! Dos horas de viaje en tan sólo 30 kilómetros… me quería morir!! Las calles son pésimas y el tránsito es terrible, lo importante es que llegué (El hotel pese a ser 3 estrellas, era espectacular. Si que es cierto lo que dicen del lujo Asiático. En otro país por tres estrellas, con suerte tienes la cama y una tv).



En esta parte del viaje me dediqué a perderme por Bali sola, descansar, empaparme un poco más del día a día de las personas. Nada de tours, taxi (algo que me llamó la atención es que grab, que es lo mismo que uber pero de allá, está prohibido. O sea discretamente lo puedes usar, pero si te pillan los isleños te metes es serios problemas).



Mi madre me decía “En Bali los masajes son muy pero muy baratos”, tenía toda la razón. No podía creer que una hora de masaje pudiera costar 7 dólares, de ahí en adelante todos los días iba a un salón de masaje, quedaba adolorida entera si, porque suaves no eran. Yo me hacia el masaje “Balines”. Yo nunca me he hecho masaje descontracturante, pero me imagino que el Balines es una mezcla entre el descontracturante y el de relajación.



En uno de esos lugares conocí a “Rupy”, una chica de tan sólo 16 años. Rupy era una típica Balinesa que iba al colegio y al salir trabajaba como masajista. No hablaba mucho inglés, pero nos hacíamos entender. Me preguntaba que con quien viajaba, le conté que sola, que venía de recorrer algunos países de Europa y de Asia. Le causó extrañeza, porque las mujeres allá conocen con suerte su pueblo y el del lado. No siempre terminaban el colegio, estudiar en la universidad era como “que me estás hablando, ¿qué es una universidad?... muy distinto a nosotros, pero no por ello peor o mejor. Como dice mi mamá “no conocen otra realidad”.




Me contaba que había conocido un chico que le gustaba, pero que aún los papás no lo conocían (y pensar que yo a esa edad ya había pololeado tres veces, claro que esos pololeos más tiernuchos, no como los de ahora que son tres cucharadas y a la papa).
En esos paseos, conocí a una protectora de animales de la cual tengo una pulsera puesta de recuerdo que se llamaba “Bali Animal Welfare”. En general en Bali, manejan muy mal. Es la ley del más fuerte. Era bastante común escuchar gritos de perritos que los habían atropellados, eso era pan de cada día. Conversando con las dos chicas que ahí estaban, me contaban que era muy difícil sacar esta causa adelante. Primero por los recursos y segundo porque la gente no se interesa en proteger a los animales, ellos más bien son bastante brutanteques como se dice. Eso fue una de las cosas que odié de Bali.



En esos mismos paseos, fui a la famosa feria de artesanía de Ubud. Era E NOR ME!!... cientos de puestos de con diferentes tipos de artesanías. Era normal escuchar o ver gestos de regateo. Algunas veces conseguían la artesanía por menos de la mitad del valor original, en mi caso, me costaba un montón, no salí buena regateando, aunque las últimas veces ya me iba acostumbrando, de hecho me compré vestidos por mitad de precio..




Y así iban terminando mis días en esta deslumbrante isla… Bali me provocó una resistencia cultural potente.... o sea, si crees que es caribe, estás muy equivocado. La palabra tranquilidad sólo existe en el hotel y en los templos, porque andar por las calles es algo te rri ble!! que en mi vida había visto. De hecho creo haber visto 5 semáforos en Bali, la palabra respeto por el peatón no existe, es una verdadera jungla, y mientras vas caminando escuchas cada 1 minuto: “¿taxi?” “¿Massage?”. Por unos momentos llegué a odiar Bali, quería correr y refugiarme en mi habitación del hotel. Pero luego y no sé cómo ni en que minuto, terminó gustándome. Mi mamá me decía “tengo el olor de Bali pegado”, y yo pensaba “que estará hablando”, y claro, es un olor bien particular que sin duda podría reconocer.
Creo que Bali ha sido por lejos, uno de los pocos lugares que he visitado (y vaya que no han sido pocos), que me han dejado con una angustia y un nudo en la garganta. El trayecto al aeropuerto lo sentí muy triste, mis ojos no dejaban de derramar lágrimas. Pese a que dentro de todo aproveché mis casi diez días en la isla, siento que el verdadero goce no lo viví al comienzo, y eso me provocaba tristeza y hasta impotencia. Entender una cultura tan distinta a la mía fue muy muy difícil. No podía soportar escuchar bocinas, gritos, personas ofreciendo masajes o taxi cada 20 metros, el poco cuidado con los animales, era algo que no podía tolerar, me superaba. En serio que lo intentaba pero los primeros días fueron desesperante,  Me costó mucho entender una cultura tan distinta a la mía. 
Tal vez ese cambio, se produjo a raíz de una conversación que tuve con mi madre. Ella ama Bali, ha ido más de una vez y volvería mil veces. En esa conversación me dijo "hija, disfruta ese lugar, cuantas personas desearían estar en tu lugar... imagínate en un mes más estando en Chile y pensar en cuantos momentos desperdiciaste". No estoy segura, pero creo que eso puede haber sido el gatillante para comenzar a disfrutar las innumerables bellezas que puedes descubrir en Bali... 

Ahí comprendí que Bali es una caja de sorpresas…


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